Tenía mi abuela una doncella muy vieja que se llamaba Micaela la Galana. Murió siendo yo todavía niño. Recuerdo que pasaba las horas hilando en el hueco de una ventana, y que sabía muchas historias de santos, de almas en pena, de duendes y de ladrones.
Aquellas historias de un misterio candoroso y trágico, me asustaron de noche durante los años de mi infancia y por eso no las he olvidado. De tiempo en tiempo todavía se levantan en mi memoria, y como si un viento silencioso y frío pasase sobre ellas, tienen el largo murmullo de las hojas secas. ¡El murmullo de un viejo jardín abandonado! Jardín Umbrío.
Así da comienzo este inolvidable volumen, en el que Valle-Inclán nos regala unas poderosas y singulares ficciones donde conjuga, con insuperable maestría, el poder de seducción de su pluma y una desbordante imaginación.
La inmersión en estas fascinantes y sugestivas historias supone cruzar, de la mano de un cicerone como Valle-Inclán, las aguas de lo tenebroso e inaudito, océanos de leyendas y mitos, tempestades de singularidad y magia, para desembarcar, finalmente, en jardines tan lejanos y únicos como enigmáticos y maravillosos.
Autor
Ramón del Valle-Inclán, a quien se considera, junto con Federico García Lorca, el mejor autor dramático de la Edad de Plata de la literatura española, nació en Vilanova de Arosa, el 28 de octubre de 1866. Comenzó los estudios de Derecho por imposición paterna, pero tras el fallecimiento de su padre los abandona y abraza su vocación literaria.
Viaja a México, donde colabora en varios medios escritos, y a su regreso se instala en Madrid, donde trabaja de funcionario. En este Madrid finisecular frecuenta varias tertulias literarias, donde conoce, entre otros, a Pío Baroja, Azorín, Jacinto Benavente o Alejandro Sawa.
En 1907 se casa con la actriz Josefina Blanco, con quien tuvo seis hijos.
Carlista, republicano, bohemio, ateo, presidente del Ateneo de Madrid, cofundador de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, director de la Academia Española de Bellas Artes de Roma, pero, por encima de todo, un prolífico y genial escritor, son algunos de los desempeños y avatares de este complejo y poliédrico personaje.
Se despidió de la vida en Galicia, el 5 de enero de 1936, no sin antes advertir que no quería, en su funeral, «ni cura discreto, ni fraile humilde, ni jesuita sabihondo». Sus restos descansan en el cementerio de Santiago de Compostela bajo una losa de granito tan austera como lo fue su vida.
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