Los Raros

14,00 

 

 ISBN: 9788415458753
Nº Páginas: 280
Dimensiones: 13 x 21
Categoría:

Descripción

En 1893, a su vuelta a Buenos Aires desde París, Rubén Darío, el Padre de las Letras Castellanas, comienza a publicar, en el diario La Nación, una serie de semblanzas de escritores a los que admira. La selección va desde Poe hasta Verlaine, pasando por Villier de L’Isle Adam o José Martí. Para el autor de este indispensable libro, Los raros está dedicado a los autores maltratados por la crítica, los desconocidos, aquellos que no alcanzaron la gloria en vida; representan lo grotesco y lo extraño, pero, sin duda, lo extravagante y lo genial; con esta idea, el magistral poeta nicaragüense indaga con inteligencia y erudición en la vida y la obra de creadores de diferentes países, esenciales todos ellos para el conocimiento de la literatura universal.

El lector que se sumerja en estas magistrales páginas se sorprenderá de la erudición que encierran, una cultura viva e inconmensurable, y un conocimiento de primera mano sobre el hecho de escribir, aderezado todo ello con una profunda curiosidad y empatía por el género humano.

Félix Rubén García Sarmiento, conocido universalmente como Rubén Darío, vino al mundo, casi por azar, en una pequeña localidad nicaragüense llamada Metapa, el 18 de enero de 1867. Inquieto e insatisfecho, angustiado ante el dolor y la idea de la muerte, Darío transita entre el optimismo frenético y el más profundo pesimismo. Darío fue uno de los grandes renovadores del lenguaje poético en las letras hispánicas. Azul (1888), Prosas Profanas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905) sitúan a Rubén Darío entre las más altas cumbres de la poesía universal. La muerte, a quien había temido como un niño a la oscuridad, le alcanzó, sin que él apenas la notara, en 1916, cuando el poeta tenía 49 años. Estas palabras escritas veinte años antes de su muerte representan un magnífico epitafio: «En verdad, vivo de poesía. Mi ilusión tiene una magnificencia salomónica.

Amo la hermosura, el poder, la gracia, el dinero, el lujo, los besos y la música. No soy más que un hombre de arte. No sirvo para otra cosa. Creo en Dios, me atrae el misterio; me abisman el ensueño y la muerte; he leído muchos filósofos y no sé una palabra de filosofía. Tengo, sí, un epicureísmo a mi manera: gocen todo lo posible el alma y el cuerpo sobre la tierra, y hágase lo posible para seguir gozando en la otra vida».

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