Fábulas fantásticas
Dos Mujeres en el paraíso reclamaban a un Hombre que acababa de llegar al cielo.
–Yo fui su esposa –dijo una.
–Yo su amante –señaló la otra.
San Pedro se apiado del hombre y le dijo:
–¡Vete al infierno…! Ya has sufrido bastante.
Es Fabulas fantásticas, una lectura tan fascinante como entretenida, en la que recorremos unos vigorosos, sorprendentes y extremadamente brillantes relatos donde nos encontraremos con la sorpresa, el humor, más acido y negro, y la especulación filosofica. Una deslumbrante tela de araña literaria, en la que ambrose Bierce, el celebre autor de El diccionario del Diablo, nos regala unas fabulas tan fantasticas y heterodoxas como el título que los encabeza. Estos relatos cortos o mejor dicho microrelatos, se disvfrazan de fabulas morales, reflexiones existenciales, criticas politicas y sociales pero todos son ficciones tan singulares como autenticamente geniales.
Nos hallamos ante unos textos extremadamente breves pero ferozmente contundentes, escritos con un estilo preciso pero muy expresivo, que cautivaran al lector con su originalidad y profundidad, unos textos indispensables, audaces, divertidos y brutalmente necesarios.
Autor

Ambrose Gwinett Bierce nació en Ohio en 24 de junio de 1842 y se crió en Kosciusko, Indiana. Fue el décimo de trece hijos, y sirvió en el ejército de la Unión durante la Guerra Civil estadounidense (1861-1865). Se estableció en San Francisco, pero acabó trasladándose a Londres donde trabajó como columnista y colaborador de diversas publicaciones. Sin embargo acabó regresando a San Francisco para colaborar en varios periódicos del “imperio” Hearst, llegando a ser un personaje polémico con sus corrosivos artículos y columnas. Se casó en 1871 con Mary Ellen Day, con quien tuvo tres hijos y de la que se divorció en 1904. En 1913, con 71 años, viajó a México con la intención de revisitar las zonas donde había luchado en la Guerra Civil, y ejercer de observador en la Revolución Mexicana, y su rastro se perdió en Juárez, por lo que a día de hoy se desconoce la fecha de su muerte.
Si bien su estilo cáustico y satírico le concedió notoriedad como periodista, hoy en día se le recuerda por sus incursiones en el género de terror, influyendo en autores de la talla de H.P. Lovecraft, y se le considera uno de los relatistas de este género más significativo del siglo XIX, junto a otros como Edgar Allan Poe o Guy de Maupassant. Profundamente misántropo, expresó en sus escritos su desconfianza hacia el género humano, desconfianza que expresaba con una actitud crítica que le valieron el sobrenombre de Bitter Bierce (El amargo Bierce).
Su relato más conocido, Lo que pasó en el puente de Owl Creek, ha sido llevado en varias ocasiones al cine y a la televisión.
4 fábulas
El guardián precavido
El Guardián de una Cárcel estaba un día poniendo cerraduras en las puertas de todas las celdas, cuando un operario le dijo:
–Es usted muy negligente… Esas cerraduras que usted está colocando son totalmente inútiles, ya que pueden abrirse desde dentro.
El Guardián replicó, sin apartar la mirada de lo que estaba haciendo:
–Si a esto se le llama negligencia, me pregunto cómo se debería denominar a una precavida disposición contra las vicisitudes de la suerte.
El tesoro y los brazos
Un Tesoro Público, al advertir que Dos Brazos se alzaban con su contenido, exclamó:
–Sr. Correligionario, propongo una división.
–Usted parece estar al tanto de la forma parlamentaria de hablar –dijo Dos Brazos.
–Sí –replicó el Tesoro Público–. Estoy familiarizado con los tejemanejes legislativos.
La serpiente cristiana
Una Serpiente de Cascabel regresó a su casa, donde había dejado a sus crías, y les dijo:
–Hijos míos, reuníos para recibir la última bendición de vuestro padre, y ver cómo muere un cristiano.
–¿Qué ocurre, padre? –preguntaron las Viborillas.
–He sido mordido por el editor de un libelo partidario –fue su respuesta, seguida por el ominoso cascabeleo de la muerte.
El malhechor descontento
Un Juez que había condenado a prisión a un Malhechor, procedía a advertirle acerca de los inconvenientes del crimen y los beneficios de la reforma.
–Su Señoría –dijo el Malhechor, interrumpiéndolo–, ¿sería tan amable de aumentar mi condena a diez años de prisión y nada más?
–¿Por qué? –preguntó el juez, sorprendido–. ¡Sólo le he condenado a tres años!
–Sí, lo sé –asintió el Malhechor–. Tres años de prisión y el sermón. Si no es molestia, agradecería me conmutara el sermón.
Los cañones de madera
Un Regimiento de Artillería de la Milicia Estatal solicitó al Gobernador cañones de madera para hacer prácticas.
–Resultarán más baratos que los cañones de verdad –explicó.
–Que no se diga de mí que sacrifiqué la eficacia a la economía –dijo el Gobernador–. Tendrán cañones de verdad.
–Gracias, gracias –exclamaron efusivamente los guerreros–. Los cuidaremos mucho, y en caso de guerra los devolveremos al arsenal.
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