De la serenidad del alma

11,00 

La sabiduría y la virtud son, para él, la meta de la vida moral.

Séneca nos ofrece, con lúcida y estoica sabiduría, en este imprescindible manual, las herramientas necesarias para erigir una sólida y contundente serenidad del alma.

Lucio Anneo Séneca

ISBN:978-84-17726-72-0

Paginas: 75

Tamaño: 13×21

 

 

 

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Ninguna cosa hay que tanto deleite el alma como la dulce y fiel amistad, siendo gran bien estar dispuestos los corazones para que con seguridad se deposite cualquier secreto en aquel cuya conciencia temas menos que a la tuya, cuya conservación mitigue tus cuidados, cuyo parecer aclare tus dudas, cuya alegría destierre tu tristeza, y, finalmente, cuya presencia deleite tu vista.
Séneca nos ofrece, con lúcida y estoica sabiduría, en este imprescindible manual, las herramientas necesarias para erigir una sólida y contundente serenidad del alma.

Recorre este ensayo los diferentes caminos que el ser humano ha de transitar para encontrar la tranquilidad sin que el entorno fatigue nuestra condición; se trata, en suma, de un extraordinario instrumento para lograr ese estado de calma tan necesario para una vida serena, con el que poder embarcarse en un conocimiento más amplio y abarcador de nuestra condición humana.

Autor

LUCIO ANNEO SÉNECA, hijo del procurador Marco Anneo Séneca, el Retórico, nació en Córdoba el año 4 a. de C. Extraordinario orador, fue nombrado pretor por el emperador Claudio. Sufrió destierro en Córcega durante ocho años y ejerció de preceptor y consejero de Nerón, a quien dedicó el diálogo moral De la clemencia. Acusado ante el emperador por envidiosos de su elevado rango y su fabulosa fortuna, Séneca abandonó la corte, pero incriminado de nuevo por haber participado en una conjuración contra Nerón, fue condenado a muerte. Murió estoicamente, fiel a sus principios, en Roma, en el año 65 de nuestra era, cortándose las venas y bebiendo la cicuta.
Su filosofía es práctica y sus preocupaciones eminentemente éticas. A Séneca le interesa más la filosofía como forma de vida que como especulación teórica. La sabiduría y la virtud son, para él, la meta de la vida moral.
Escribió, o al menos han llegado hasta nosotros, nueve tragedias, una sátira contra el emperador Claudio, Apokolokyntosis, un tratado de Ciencias Naturales, Naturalium Quaestionum Ubri Septem, once diálogos morales, que se conservan en un manuscrito de la Biblioteca Ambrosiana, 124 Epístolas morales a Lucilio y una colección de epigramas.

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Ante todas las cosas conviene que pongamos los ojos en nosotros mismos, y después en los negocios que emprendemos, por quién y con quién los emprendemos. Y lo primero que cada uno ha de hacer es tantear su capacidad; porque muchos nos persuadimos a que tenemos fuerzas para llevar más carga de la que en efecto podemos. Hay unos que en confianza de su elocuencia se despeñan; otros gravan su hacienda más de lo que puede sufrir; otros con ocupación laboriosa oprimen su enfermizo cuerpo. A unos impide la vergüenza para el manejo de negocios civiles, que requieren osada frente, y en otros no es conveniente para palacio su terquedad: unos saben refrenar la ira; y a otros cualquier indignación los enfurece, y algunos no saben poner límite a la jocosidad, ni abstenerse de peligrosas chocarrerías. A todos estos más seguro será el ocio que la ocupación, siendo bien que la naturaleza impaciente y feroz evite las ocasiones nocivas a su libertad.

 

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