Inicia a así:
Uno de los espectáculos que más estupor produce contemplar es, indudablemente, el aspecto general de los habitantes de París, gente feísima de ver y de color desvaído, semblante ocre y atezado. ¿No es acaso París un inmenso escenario que trastorna continuamente una tempestad de intereses bajo la que gira el torbellino de una cosecha de hombres que la muerte siega con mayor frecuencia que en otros lugares y vuelven a nacer en la misma estrechez, hombres cuyos rostros enrevesados y tortuosos rezuman, por todos los poros el alma, los deseos, los venenos que preñan sus cerebros, no ya rostros, sino máscaras, máscaras de flaqueza, máscaras de fuerza, máscaras de miseria, máscaras de alegría, máscaras de hipocresía, todas ellas exhaustas, todas ellas impregnadas de las marcas indelebles de una anhelante avidez? ¿Qué ansían? ¿Oro o placer?
Autor
Honoré de Balzac nació en Tours el 20 de mayo de 1799. Tuvo una infancia desgraciada, en la que vivió con dolor el desapego de sus padres y la dureza de los internados. Balzac, que por imposición paterna cursará la carrera de Leyes en La Sorbona, pronto se dedicará a la literatura, su auténtica vocación.
Tras ejercer diversos oficios, obtiene su primer éxito literario a los 30 años, con la novela Los Chouans, y en poco tiempo se convierte en el autor de moda y en el escritor más prolífico de París:
Trabajar es levantarme todas las noches a medianoche y escribir hasta las ocho, desayunar en un cuarto de hora, trabajar hasta las cinco, cenar, acostarme y repetir al día siguiente.
En 1834 concibió la idea de fundir todas sus creaciones en una obra única, La Comedia Humana, una serie de 137 novelas interconectadas y dividida en tres partes, en la que más de dos mil personajes componen un fresco de la sociedad francesa de su tiempo.
Honoré de Balzac falleció en París el 18 de agosto de 1850. Tenía 51 años.
En su funeral, Víctor Hugo, fiel amigo y ferviente admirador, se despidió de él con las siguientes palabras:
A partir de ahora los ojos de los hombres se volverán a mirar los rostros, no de aquellos que han gobernado, sino de aquellos que han pensado.
Se le considera el creador de la novela moderna
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