La perfección moral consiste en comportarte cada día como si fuera el último, sin convulsiones, sin entorpecimientos, sin hipocresías. Recibir sin orgullo; desprenderse sin apego. Destruye la sospecha y quedará destruido lo de «se me ha hecho daño»; destruye la queja de «se me ha hecho daño» y destruido quedará el daño.
Detente en cada uno de tus actos cotidianos, en cada uno de tus instantes, y pregúntate si la muerte es tan terrible al privarte de eso.
Nunca discutas con un superior. Corres el riesgo de tener razón.
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