Antología de la poesía Italiana. Bellas estrellas de la osa

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La tierra de Italia guarda las voces de sus antiguos poetas en sus purísimas entrañas. Al pisar el suelo de las campiñas, al cruzar los parques donde el agua centellea, al atravesar las arenas de su pequeño océano azul, me pareció ir pisando diamantinas substancias, cristalería secreta, todo el fulgor que guardaron los siglos. Italia dio forma, sonido, gracia y arrebato a la poesía de Europa

 

ISBN: 978-84-17726-29-4

Páginas: 825

Tamaño: 15×22

Autor: VV-AA

 

 

 

Descripción

La tierra de Italia guarda las voces de sus antiguos poetas en sus purísimas entrañas. Al pisar el suelo de las campiñas, al cruzar los parques donde el agua centellea, al atravesar las arenas de su pequeño océano azul, me pareció ir pisando diamantinas substancias, cristalería secreta, todo el fulgor que guardaron los siglos. Italia dio forma, sonido, gracia y arrebato a la poesía de Europa; la sacó de su primera forma informe, de su tosquedad vestida con sayal y armadura. La luz de Italia transformó las harapientas vestiduras de los juglares y la ferretería de las canciones de gesta en un río caudaloso de cincelados diamantes.
Para nuestros ojos de poetas recién llegados a la cultura, venidos de países donde las antologías comienzan con los poetas del año 1880, era un asombro ver en las antologías italianas la fecha de 1230 y tantos, o 1313, o 1450, y entre estas fechas los tercetos deslumbrantes, el apasionado atavío, la profundidad y la pedrería de los Alighieri, Cavalcanti, Petrarca, Poliziano.
Estos nombres y estos hombres prestaron luz florentina a nuestro dulce y poderoso Garcilaso de la Vega, al benigno Boscán; iluminaron a Góngora y tiñeron con su dardo de sombra la melancolía de Quevedo; moldearon los sonetos de William Shakespeare de Inglaterra y encendieron las esencias de Francia haciendo florecer las rosas de Ronsard y Du Bellay.
PabloNeruda

En cuanto a los criterios seguidos en nuestra traducción, hemos intentado, en la medida de nuestras posibilidades transmutar los versos italianos en otros más o menos equivalentes en castellano, mayoritariamente endecasílabos blancos, por más que ese desiderátum no siempre se haya cumplido por la suprema y clásica maestría de los originales.
Por otra parte, de la «Divina Comedia», del «Orlando furioso» y «Los sepulcros», de Foscolo, nos hemos permitido incorporar otras versiones ajenas, ya históricas y consagradas, como se indica en su lugar, así como de Dante, Petrarca y otros coetáneos nos hemos visto obligados en la medida de nuestras posibilidades a postergar una notable cantidad de poemas ya traducidos, así como otros modernos, que dejamos, con harto pesar, para otra ocasión.

Dos sonetos:

Tan gentil luz los ojos de mi dama
Siempre grato me fue este alcor desierto
y estos arbustos que tan amplio margen
del último horizonte ver impiden.
Mas, sentado y mirando, interminables
espacios me imagino y sobrehumanos
silencios y una calma profundísima
que al corazón espanta. Y como al viento
lo escucho susurrar entre estas frondas,
tal silencio infinito a esa voz suya
comparando voy yo y lo eterno asáltame
y las muertas edades, y está viva
y presente y el son de ella. Así, en esta
inmensidad se anega el pensamiento,
y naufragar me es dulce en este mar.

Dante Alighieri

El infinito
despiden que allá donde ella aparece
se ven cosas que no hay quien las refiera
por su nobleza y por su novedad;
y de sus rayos sobre mi alma llueve
tan gran temor que me hace estremecer
y pienso: «Aquí no quiero más volverme»,
mas luego pierdo esa decisión,
y vuelvo allá en donde fui vencido,
reconfortando estos medrosos ojos,
primeros en sentir su gran valor.
Mas cuando llego, hállolos cerrados;
quedándose así extinto mi deseo;
mas sea el Amor el que provea a mi estado.

Giacomo Leopardi

 

 

AUTORES-indice

Índice
Noticias crítico-biográficas 9
Francesco d´Asisi 50
Jacopone da Todi 54
Guido Guinizelli 58
Guido Cavalcanti 70
Dante Alighieri 82
Dino Frecobaldi 102
Cino de Pistoia 108
Francesco Petrarca 122
Lorenzo d´Medici 190
Angelo Poliziano 194
Iacobo Sannazaro 208
Ludovico Ariosto 210
Michelangelo Buonarroti 230
Chiaba Maitrani 240
Torquato Tasso 242
Tommasso Campanela 244
Giambattista Marino 250
Ciro di Pers 256
Victorio Alfieri 258
Hugo Foscolo 266
Alessandro Manzoni 288
Giacomo Leopardi 296
Giosué Carducci 378
Giovanni Pascoli 396
Gabriele d´Anunnzio 408
Ada Negri 464
Filippo Tommaso Marinetti 466
Guido Gozzano 472
Humberto Saba 476
Corrado Govoni 482
Clemente Rebora 486
Ado Palazzeschi 490
Dino Campana 494
Segio Corazzini 498
Vicenzo Cardarelli 502
Camillo Sbàrbaro 506
Giuseppe Ungaretti 508
Eugenio Montale 522
Salvatore Quasimodo 526
Sandro Penna 538
Cesare Pavese 542
AntoniaPozzi 552
Mario Luzi 558
Georgio Bassani 564
Primo Levi 568
Emilio Coco 572

PALABRAS PRELIMINARES

Como todos mis recuerdos de índole cultural comienzan por mi ya lejano bachillerato, intento evocar mi primer encuentro con la literatura y la poesía italianas, y revivo aquellas primeras impresiones que, a mis doce o trece años, me produjera la lectura en mi manual y antología de «Literatura universal» (en aquel dilatado y arduo bachillerato se estudiaban esas materias) de un rosario de tercetos del primer canto de la «Divina Comedia» (A mitad del camino de la vida…), y dos sonetos, titulados «En vida de Madonna Laura» y «En la muerte de Madonna Laura», vertidos perfectamente al castellano (ignoro sus traductores) con sus correspondientes rimas consonantes.
A medida que fui entrando en dicha asignatura y confirmando luego por los cursos 4º y 6º, fui descubriendo la estrecha vinculación, como de hermana mayor, de esta literatura con la nuestra española y sobre todo con nuestra poesía, comenzando por el egregio magisterio de sus dos grandes clásicos ya aludidos, Dante y Petrarca, sobre nuestros mejores poetas.
En 1961 adquirí en un quiosco de periódicos una bella y económica edición de bolsillo, que aún conservo, de los «Cantos», de Giacomo Leopardi, publicada por Plaza y Janés, en iluminadora traducción de Diego Navarro, que, como a tantos poetas de mi generación, me abrieron todo un mundo de autenticidad, de hondura y verdad poéticas.
Luego ya en los años de carrera en la especialidad de Filología Románica en mi Alma Mater murciana nuestro profesor Antonio de Hoyos terminó por consolidar mis gustos por la verdadera maestra de todas las posteriores literaturas europeas, que es la que ahora nos ocupa, como privilegiada e inmediata descendiente de la gran literatura latina.
Creo que resulta harto evidente que la literatura italiana, por su precocidad y alta dimensión espiritual y artística (baste recordar los nombres de Dante, de Petrarca o Ariosto) y por su gran asunción del legado clásico, es la gran fecundadora de las más insignes literaturas europeas. Incluso, «aun durante el siglo XVII, Italia sigue manteniendo, entre conflictos y disensiones, su función de guía y maestra del gusto y de la cultura europeos. Impregnadas de italianismo están, desde fines del siglo XVI hasta mediados del XVII, las civilizaciones de Francia y de Inglaterra, de España, de Portugal y Alemania», según nos recuerda Natalino Sapegno en su «Historia de la Literatura Italiana», siendo España, como todos sabemos, la más precoz en recibir la feliz influencia italiana desde el siglo XV por nuestra proximidad histórica y política, como iremos viendo a continuación en el sucinto comentario biobibliográfico en que hemos convertido nuestra introducción.
En cuanto a los criterios seguidos en nuestra traducción, hemos intentado, en la medida de nuestras posibilidades transmutar los versos italianos en otros más o menos equivalentes en castellano, mayoritariamente endecasílabos blancos, por más que ese desiderátum no siempre se haya cumplido por la suprema y clásica maestría de los originales.
Por otra parte, de la «Divina Comedia», del «Orlando furioso» y «Los sepulcros», de Foscolo, nos hemos permitido incorporar otras versiones ajenas, ya históricas y consagradas, como se indica en su lugar, así como de Dante, Petrarca y otros coetáneos nos hemos visto obligados en la medida de nuestras posibilidades a postergar una notable cantidad de poemas ya traducidos, así como otros modernos, que dejamos, con harto pesar, para otra ocasión.
Por su gran influencia sobre la lírica posterior, así como por nuestro gusto personal, Giacomo Leopardi, al que desde nuestra juventud hemos dedicado un indeclinable interés a lo largo de los años, como clásico y padre de la moderna poesía italiana (y por nuestra predilección personal) aparece especialmente comentado y traducido en nuestra Antología con un considerable número de poemas. Por otra parte, como puede apreciar el lector, el famoso inicio de su poema «Le ricordanze», Vaghe stelle dell´Orsa… («Bellas estrellas de la Osa…») ha sido elegido para presidir, como emblemático título, nuestra selección, como sencillo e íntimo homenaje al poeta de Recanati. También hemos intentado hacer una personal y modesta reivindicación de la inagotable obra de Gabriele D´Annunzio, peregrino poeta y más que notable personaje, que siempre nos ha seducido por su personalidad excesiva, por más que ahora haya pasado de moda (o quizá precisamente por eso), y aunque el curso de la historia y de los gustos oficiales le hayan hecho aparecer desde décadas en un lugar creo que en exceso secundario, cuando no extravagante, en la lírica de su tiempo.
El límite cronológico que nos hemos trazado para nuestra Antología son los autores nacidos en torno al año 1920.
Finalmente deseo constar mi deuda de agradecimiento con el magisterio en la materia del poeta y ensayista Antonio Colinas, del que deseo subrayar aquí, al margen de mi admiración por su obra poética personal, su acendrada labor de estudio, traducción y divulgación, emprendida desde los años 70, de la gran poesía italiana, desde sus fundamentales ensayos sobre Leopardi a la poesía completa de Salvatore Quasimodo y otros poetas contemporáneos, que nos han facilitado y hecho más gustoso y expedito el camino…

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